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sábado, 24 de mayo de 2014

El poder de la naturaleza en Cézanne

Eduardo Beltrán y García de Leániz / Madrid

Hace unos días cerraba sus puertas la magnífica exposición organizada por el Museo Thyssen-Bornemisza sobre la obra de Cézanne. Considerado como el padre de la pintura moderna, este pintor postimpresionista francés supo reflejar magistralmente la naturaleza en sus obras.


Aunque la exposición del Thyssen se centraba en la doble faceta de un  pintor de paisajes y de naturalezas muertas, un pintor que trabajaba al aire libre y al mismo tiempo en el estudio, me gustaría destacar en este momento al gran pintor de paisajes, al Cézanne que se dejaba seducir por el gran poder de la naturaleza.

Tenía fama de maniático y de tener mal genio, y le gustaba aislarse de la gente sumergiéndose en esos paisajes de sus obras, sobre todo de su Provenza natal, donde encontraba la anhelada soledad que sólo la naturaleza sabe proporcionar cuando se huye del bullicio. Esencialmente le gustaba pintar al aire libre, rodeado de campos, montañas y árboles. Y tenía una obsesión, la montaña de Sainte-Victoire, pintando innumerables versiones de la misma. Es más, algunos de los manteles que pintó Cezanne en sus bodegones tienen la forma ahuecada de esta montaña.

Los cambios de luz, reflejando las diferentes estaciones del año, inundan todas sus pinturas de paisajes. Los árboles son parte esencial de los mismos, desde la desnudez de sus ramas cubiertas de nieve, hasta el verdor exuberante de la época estival. Los que me conocen, saben que siento debilidad por los árboles y toda la magia que encierran, de ahí mi próxima obra: La magia de los árboles. Mi futura exposición. Por eso, visitar la exposición de Cézanne en el Museo Thysenn se convirtió en un doble placer, al poder admirar a este gran pintor, y a la vez contemplar tantos paisajes colmados de árboles.

Hasta el final de su vida, nunca dejó de salir a pintar al campo. Su muerte le llegó precisamente en una de esas salidas, cuando después de una fuerte  tormenta, unos carreteros lo encontraron inconsciente al borde del camino de Aix-en-Provenze, muriendo días después de una neumonía. Que mejor sitio para caer que en uno de esos caminos que Cézanne frecuentaba constantemente desde los inicios de su carrera pictórica, pues era un caminante infatigable en busca de temas para sus lienzos. La curva en el camino se había convertido en un tema recurrente en su pintura.

Su lenguaje pictórico fue innovador. Su valioso legado cuelga en los mejores museos del mundo. En vida, fue un pintor bastante ignorado, después de su muerte se convirtió en un mito.





Nieve derritiéndose en Fontainebleau
1879-1880