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miércoles, 28 de diciembre de 2016

La última obra

Eduardo Beltrán García de Leaniz / Madrid

Aunque se me ha estado resistiendo, por fin estoy consiguiendo sacarla adelante. Es mi última obra al óleo. Un cuadro que he querido hacer para recordar y en cierta manera emular a aquella otra pintura  que se quedó en tierras americanas de Arizona hace ya más de veinte años, "El bosque encantado".

Este nuevo bosque no está tan encantado como aquél, pero posee más fuerza y simbolismo. Si en aquél predominaban los amarillos, en éste serán los verdes los protagonistas. Y antes de que finalice el aciago año 2016, quiero dar un impulso esencial  a este trabajo, adentrándome en un bosque nebuloso para intentar descubrir el camino que oculta.

Los colores puros de  mi pintura, ocres, amarillos, verdes,... han ido evolucionando con los años y se han intensificado, encendiéndolos todavia más en esta etapa presente. Por otra parte, nunca he tratado de copiar o imitar la naturaleza tal como es,  pues ésta es tan sublime y perfecta que es imposible de imitar. Sólo trato de reflejarla tal como yo la veo y la siento, simplificándola. Es una cuestión de sensaciones.

Mis cuadros son una auténtica reflexión sobre mi mismo.



En mi estudio 


"El bosque encantado"

jueves, 15 de diciembre de 2016

La mirada de Boira

Eduardo Beltrán García de Leaniz / Boira

Llegó a casa con apenas cinco días, abandonada en un contenedor (¡cómo no!). La crié a biberón. Y creció segura entre esas manos que le daban calor y seguridad, estableciéndose entre los dos un vínculo indestructible. Todo su mundo giraba alrededor mío, nunca se separaba de mi.

El pasado mes de mayo cumplió 10 años, y durante todo este tiempo se ha ido convirtiéndose en una auténtica belleza de su especie, una gata leal, inteligente, valiente y de mucho carácter.

Y ahora, que ve que todo se está derrumbando a su alrededor, se ha convertido en extremadamente protectora conmigo. No soporta mis silencios, mis males, mis cambios, mis dolores, no quiere verme sufrir. Lleva muy mal mis ausencias obligadas, mis miedos, mis constantes enfados y mal humor, aspectos  que de un  tiempo a esta parte se han convertido en más que habituales en esta vida que es más que vida.

Se pasa todo el día detrás de mí, como alma en pena, saltando encima en cuanto tiene ocasión, como queriéndome transmitir su energía y su fuerza. Pero lo que más me conmueve es su mirada, sobre todo por las noches cuando me acuesto y me pongo a leer, y se sube y se coloca sin dilación alguna encima de mi, en el reducido hueco que queda entre el libro y mi cara. Se tumba de forma recatada y ronroneando me mira profundamente, sin apartar su mirada de la mía. Yo creo que ella sabe que lo esencial es invisible a los ojos.

No es normal que un gato te mantenga la mirada fijamente mucho tiempo, pues en su lenguaje esto significa desafío, pero ella lo hace, segura y confiada de a quien mira. Su mirada emite tranquilidad, serenidad, paz.

En esos momentos me vienen a la memoria lo feliz que era en la enorme terraza de la anterior casa, llena de plantas, donde ella solía tomar el sol, esconderse detrás de los enormes macetones de aucubas cuando regaba, trepar por el olivo o el prunus, pisar la nieve en invierno,... y atacar a las odiosas tórtolas que osaban posarse en su amada madreselva. En la nueva casa no hay terraza.

Cuando estoy en mi estudio pintando, se pasa horas y horas velando mis movimientos con los pinceles, curioseando los lienzos, los óleos, le gusta que la fotografíe con mis cuadros, hasta que se queda dormida, pero siempre con las orejas alerta detectando el menor ruido que yo pueda hacer.

Algunas personas que lean este artículo se sentirán asombradas, incluso abrumadas, con lo que escribo, y se preguntarán cómo es posible que existan unos sentimientos tan fuertes entre un humano y un gato. De seguro son personas que nunca se han dado la maravillosa oportunidad de tener en casa a un amigo gato o perro. Su incondicional lealtad, amistad y amor no tiene límites.

En fin, puede que la mirada de Boira consiga devolverme algo de esa emoción sosegada perdida hace ya mucho tiempo, ya que las esperanzas se apagaron. Porque no solamente se trata de ver, sino también de mirar.

Ahora mismo, mientras escribo, ella está tumbada en mi regazo, mirándome embobada, con las Variaciones Goldberg escuchándose al fondo...



Aprovecho la ocasión para alzar mi voz en defensa de tantos perros y gatos abandonados en nuestro país. Antes de abandonarlos piensa en la satisfacción de cuidarlos y protegerlos. Para ellos tu eres su héroe, su amigo, su mundo, y te darán tanta lealtad, amor, amistad, energía positiva, protección, bondad,... que te harán sentir una mejor persona y además reconocida. Sólo te necesitan a ti, y es bueno saber que unos seres maravillosos te necesitan sin pedir nada a cambio. No los abandones.




lunes, 5 de diciembre de 2016

Cuidadores, una palabra valiente

Eduardo Beltrán García de Leaniz / Almazán


Fue un sábado del pasado mes de noviembre cuando, en un momento determinado de la tarde y sin mediar palabra, mi madre me cogió las manos, se las llevó a los labios y me las besó, y con sus ojos llenos de lagrimas me dedicó una mirada, y en ella pude ver toda la gratitud del mundo reflejada en ellos.

De alguna forma, en su mundo, ella sabe que yo estoy siempre cerca de ella, protegiéndola y velando por su seguridad y bienestar, y quizá quiso dejar constancia de lo feliz que es cuando paso unos días con ella cuidándola en Almazán.

Este es un buen momento para hablar de los cuidadores, aquellos que dedican gran parte de su tiempo y de su vida a cuidar de sus familiares en estado de dependencia, facilitándoles vivir en su entorno. Decir que son los olvidados, los incomprendidos, no tienen reconocimiento ni agradecimiento alguno, son personas exentas de galardones, que se mantienen en silencio,... pero cuando se recibe un tributo como éste de la persona a la que cuidas, es cuando realmente valoras la satisfacción personal de realizar una misión con una fuerte carga emocional. El cansancio desaparece, te sientes reconfortado y con fuerzas para seguir adelante.

Es triste decir que el trabajo de cuidador es prácticamente invisible en nuestra sociedad, son personas que viven casi en la clandestinidad, apenas se les tiene en cuenta ni por las administraciones, ni por el entorno inmediato que les rodea, no son valorados. Son personas que se dejan la piel por los que cuidan, pasando tantas noches en vela, teniendo tantos momentos de frustraciones en soledad, con inevitables secuelas físicas y psíquicas. 

Pero su trabajo es todo un ejemplo a seguir: cuidar, dar consuelo e intentar hacer feliz a los que realmente importan en esta sociedad  tan arbitraria.

Estas palabras van dedicadas a todas esas personas, anónimas en su gran mayoría, que dedican su tiempo y su vida a ayudar a los que lo necesitan, a los que no pueden valerse por sí mismos, a los que sufren, la mayor parte de las veces en entornos familiares difíciles y de gran necesidad, con pocos recursos materiales y económicos, y que sin embargo están ahí, haciendo un trabajo digno de admiración, y que nuestra sociedad se empeña en no reconocer, ni valorar.