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lunes, 25 de febrero de 2013

Las lágrimas de Nuca

Eduardo Beltrán y García de Leániz / Madrid


Dicen que los gatos no tienen lágrimas, excepto en alguna ocasión cuando están enfermos. Puedo dar fe de que esto no es cierto. Últimamente, cada vez que me voy el fin de semana fuera de Madrid, Nuca no lo soporta, y antes de cerrar la puerta de casa, a esta increíble criatura se le empiezan a asomar ese liquido divino que sólo ella es capaz de derramar por mi ausencia.

Puede que sea algo insólito, pero la verdad, es algo tan conmovedor que a veces resulta doloroso separarme de ella. Nuca me está demostrando que mi ausencia le importa mucho, aunque solamente sean tres o cuatro días sin verme. No puede soportar que tantos momentos junta a ella se paralicen constantemente en su vida. El tiempo que le dedico no es suficiente, ella necesita mi compañía diaria, mis juegos continuos con ella, los mimos que le ofrezco, y  en esos momentos en que ella está dormitando, sabe que yo estoy cerca, velando por su bienestar, y sueña feliz y segura. 

Ahora que estoy pintando nuevos cuadros, suele venir cerca de mi caballete, y como sabe que estoy ocupado, se suele tumbar en una silla cercana a la mía, observando primero el trasiego de los pinceles y las pinturas, para entregarse poco a poco en los brazos de Morfeo, sabedora ella que su compañero está atareado intentando crear obras de arte, pero siempre con sus orejitas atentas a cualquier movimiento extraño que yo pueda hacer. Los gatos nunca duermen como nosotros entendemos el sueño, aunque con los ojos cerrados, están siempre atentos a todo lo que ocurre a su alrededor.

Nuca sabe que soy su salvador, se ha portado siempre con nobleza y agradecimiento, es sabedora del profundo amor que le dedico, y me lo devuelve infinitamente acrecentado. Su fino olfato felino le dice que entre mis brazos ella puede dormir tranquila y contenta, y que en un rato me entregaré a sus juegos y mimoseos constantes que tanto le gustan.

Tiene que compartir el espacio con otros dos congéneres de su especie, pero esto nunca ha supuesto un impedimento para ella, más al contrario, trata de mediar entre ellos para que haya paz. Nuca es un felino inteligente y tranquilo que lo único que desea es que mi presencia lo inunde todo. Todo su mundo gira alrededor de mi. Por eso no entiende mis continuas ausencias. 

Sabe que mi ojito derecho es Boira, pero no es envidiosa, ni egoísta. Entiende perfectamente que Boira es especial, pues la crié a biberón desde que tenía cinco días, y está siempre pegada a mí, marcando territorio, pues Boira me considera de su propiedad, y no admite intrusiones en este sentimiento intenso. También está Horus, el travieso de la casa, que tampoco puede vivir sin mis atenciones. Pero, al final, los tres forman una especie de simbiosis perfecta de caracteres diferentes que dan vida y felicidad al espacio que compartimos.

Ellos saben que son privilegiados, son gatos muy inteligentes y civilizados, de los que muchos humanos debían tomar ejemplo. Aún así, siempre conservan ese instinto innato de cualquier felino que se precie, es decir, su indomable carácter que los hace inigualablemente enigmáticos. Ellos me dan mucho más de lo que yo les doy a ellos.

 Nuca es una gata amable, cariñosa, atenta, y aunque un poco gordita, es una auténtica belleza. Nada en ella  es sinónimo de ingratitud, incluso cuando ha tenido que visitar al veterinario se comporta como una autentica profesional de la dulzura. A todo el mundo deja encandilado. Por eso, cuando la veo llorar al marcharme, algo en mi corazón se marchita, para volver a florecer cuando, a mi vuelta, al abrir la puerta de casa viene corriendo a recibirme "desmayándose" a mi paso.

Este es un pequeño homenaje a esta preciosidad, pero que extiendo a todos esos gatos que comparten la vida de tantos millones de personas en el mundo, y muy especialmente todos esos gatos, que sin hogar, siguen alegrando nuestras vidas. Tener un gato en casa alarga la vida de las personas. Y esto es una realidad.




Nuca

sábado, 9 de febrero de 2013

Las Tablas de Almazán

Eduardo Beltrán y García de Leániz / Madrid

En ocasiones, el  imprevisto hallazgo de algo que te hipnotiza completamente, y que te hace sentir emociones intensas (como sólo la contemplación de una obra de arte puede hacer), es motivo más que suficiente para dedicarle unas lineas.

En este sentido, centrándome en mi último viaje a Soria, para visitar Numancia y el Museo Numantino, tuve la agradable sorpresa de descubrir en una de las salas de este museo, especialmente habilitada para ello, una exquisita  obra de la pintura gótica. Me refiero al llamado "Tríptico de Almazán", atribuido al genial maestro de la pintura primitiva flamenca Hans Memling (1440-1494).

Saborear sus detalles, detenerme en la observación de sus pinceladas, descubrir la delicadeza de algunos rasgos, encontrar trazos apenas visibles,... me hicieron sentir un auténtico privilegiado, y más, sabiendo que esta obra procedía de Almazán, cuyo Ayuntamiento es el propietario, y que en un futuro próximo se expondrá en su emplazamiento definitivo, una sala habilitada en el Palacio de los Hurtado de Mendoza de Almazán.

Lo que se conserva de este magnífico trabajo pictórico son las dos alas que cerraban lo que en su día fue un tríptico, faltando su parte central, hoy desaparecida. Son de madera de roble, pintadas al óleo y doradas. En el ala derecha está representada Santa Isabel de Hungría y en la izquierda San Pedro Apostol. En la parte exterior, o sea cuando el tríptico está cerrado, lo que se observa son las figuras franciscanas de San Francisco de Asís en el batiente izquierdo, y San Bernardino de Siena en el derecho.

El Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Simancas, es el que ha llevado a cabo la restauración, además de un estudio multidisciplinar y de conservación de la pintura, así como un exhaustivo examen de  investigación que ha utilizado técnicas de análisis como la reflectografía o la fluorescencia de rayos x, que han sacado a la luz detalles propios de la pintura de Memling. Entre estos, destacar la pincelada de determinados rasgos anatómicos, como los pies, las manos y las pupilas de los personajes.

Es realmente una delicia observar la representación de Santa Isabel de Hungría, vistiendo el hábito franciscano debajo de la capa y sosteniendo en su brazo izquierdo la túnica de San Francisco, dentro de un espacio interior, con un suelo de mosaicos y grandes ventanales de arcos que se abren a un horizonte donde de pueden apreciar en la lejanía a dos personajes, uno de ellos una religiosa, en un edificio de construcción tipicamente flamenca, y que podría tratarse de un convento o algo parecido.  En el caso de San Pedro, el interior muestra los mismos mosaicos y arcadas, mientras que el horizonte está formado por un paisaje montañoso, y se representaría como fundador de la Iglesia de Roma.

En cuanto a su ubicación en Almazán, las tesis históricas nos llevan directamente a la época de los Reyes Católicos, y a sus continuas estancias en esta villa, entre 1474 y 1498, residiendo junto a su Corte en el Palacio de Antonio Hurtado de Mendoza. En primer lugar, lo que está claro, es que el estudio de los materiales y las técnicas utilizadas permiten ratificar, sin lugar a dudas, que es una obra de importación realizada en los talleres de Flandes, los cuales contaban en esa época con importantes encargos de los Reinos Hispanos. Esta obra está datada hacia 1480.Y en segundo lugar, Hans Memling fue uno de los pintores favoritos de Isabel la Católica, que unido al hecho de la especial adhesión de la reina a la observancia franciscana, parece más que evidente su procedencia.

Es curioso el hecho de que hace apenas unos meses estuviera visitando esta zona de Flandes. Me refiero a la maravillosa ciudad de Brujas (Bruges), donde Memling vivió desde 1465 hasta su muerte en 1494, y donde pintó la mayoría de sus obras. Y es en esta ciudad donde se encuentra el Museo Memling, ubicado dentro del Sint-Janhospitaal, uno de los museos más bonitos que he visto en mi vida. Aquí se exponen 5 de las más exquisitas obras de este genial pintor. Entre ellas el "Tríptico de San Juan Evangelista y San Juan el Bautista"(1474-1479), pintura que su sola contemplación te deja absorto. Guardando las distancias, se pueden observar ciertas similitudes con el estilo del "Tríptico de Almazán".

En definitiva, una auténtico descubrimiento para los amantes del arte, y para todas aquellas personas que saben emocionarse ante determinadas percepciones. Y mi enhorabuena al Ayuntamiento de Almazán, por hacer posible esta exposición, y su ubicación permanente en la villa, para que todo el mundo pueda apreciarla.











Portada del catálogo de la exposición en el Museo Numantino de Soria



Interior del catalogo con la recreación de una ficticia tabla central