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jueves, 12 de julio de 2018

Reflexiones en el dolor... y en la esperanza

Eduardo Beltrán García de Leaniz / Madrid

Si, vuelvo a la carga. Desde la fuerza que emana de este cuerpecito esquilmado y consumido por el dolor, pero todavía no derrotado, vuelvo a sentirme conectado con la gente. Porque siempre hay esperanza... incluso cuando no la hay.

Presentando batalla todos los día desde hace ya casi un año, y todas las noches, sobre todo desde que finalizaron las 30 sesiones de radioterapia hace hoy exactamente un mes. Busco el descanso nocturno sin éxito, todas las noches los dolores posturales de espalda me impiden permanecer tumbado en la cama durante mucho tiempo, sin poder dormir.

Es curioso, pero intento mitigar estos dolores insoportables balanceándome constantemente sentado en el borde de la cama y tarareando despacito lo que parece ser una nana. Es como si quisiera volver a la seguridad de la infancia temprana, como si volviendo a los brazos protectores de mi madre los dolores desaparecerán y encontraré en ellos el refugio, la calma y la seguridad perdidos hace ya mucho tiempo.

Tantas noches en vela, noches de dolor, sin poder tumbarme, deambulando de un extremo a otro de la casa. Noches. Al final es como si las leyendas atávicas de nuestra milenaria cultura sapiens nos devolvieran los miedos adquiridos durante tantas generaciones de que la noche representa el mal, la oscuridad, la representación del miedo, la encarnación de todo lo malo que hay en nuestro mundo. En las representaciones del infierno siempre es de noche, no hay luz, ni esperanza.

Y no es así, estamos tan imbuidos del lastre cultural que nos pesa tanto, que no nos damos cuenta de que la noche es el complemento del día, no hay día sin noche... son parte de nuestra vida. Y si los momentos más crudos del cáncer se muestran por la noche no hay que dejarles que nos aplasten, hay que hacerles frente con nuestra mejor arma: LA VOLUNTAD HUMANA.

Porque si hay algo que la enfermedad nunca podrá aniquilar es la voluntad de levantarme una y otra vez y seguir hacia adelante, sin miedo, buscando la luz dentro de ese túnel negro en el que estoy preso, buscando puntos de referencia a los que agarrarme a pesar del dolor, el delirio, el aturdimiento, el cansancio o la desesperación. En definitiva, luchar día tras día hasta el final.

Las hermanas de Juan Diego me dicen que soy como el Capitán América, mi primo Pablo que soy como un samurai, mi amigo Isidoro que soy un héroe, Juan Diego que soy la viva reencarnación del Ave Fénix,... yo esencialmente me considero un simple humano luchador. 

Y a tantas personas que están pasando por lo mismo les diría que sigan luchando, a pesar del dolor, el sufrimiento y la desesperación... mantener el ánimo y la fuerza de voluntad es esencial, valorar lo que tienes en este mismo momento, aunque no sea apenas nada. Pero sigues estando ahí, y es vital seguir avanzando.

Lo único que lamento en todo este proceso es no haber tenido esa comunicación necesaria oncólogo-paciente, pues como ya dije en otro post, la relación humana que un médico puede establecer con una persona que tiene un grave problema, que se encuentra perdida, es fundamental, y puede influir favorablemente en su curación. En mi caso no ha sido así, no he tenido ese valor de referencia tan fundamental, pero aquí estoy. 



En los pinares cercanos a Almazán 
07/07/2018