Translate

martes, 27 de enero de 2015

El año de Van Gogh

Eduardo Beltrán y García de Leániz / Madrid


Al recordar las últimas palabras pronunciadas por Vincent van Gogh a su hermano Théo antes de morir, "Es inútil, la tristeza va a durar para siempre...", no me cabe la menor duda de la dramática existencia que tuvo que sufrir este gran genio de la pintura durante la mayor parte de su vida.

Este año se cumplen 125 años de su muerte, y me gustaría que estas líneas se convirtieran en un pequeño tributo, tanto a su figura como a su pintura, ambas inseparables, ya que sus cuadros reflejan el alma atormetada de su creador.

Desde que decidió dedicarse a la pintura a los 27 años de edad, su vida estuvo marcada por su drama interior, por una lucha a veces contra si mismo. La gran belleza de sus cuadros no puede esconder el tormento que llevan dentro, convirtiéndose en prodigiosas obras de arte dotadas de vida propia, llenas de las vivencias de su autor.

Van Gogh era sobre todo un pintor de la tierra, motivado por su entorno más inmediato. Además, le gustaba exaltar las cosas más sencillas, incluso la pobleza, fiel reflejo de su propia vida. Veía la belleza en objetos desechados por inservibles, como unas simples botas viejas, en las que se puede ver reflejada toda la miseria del mundo.

Sus cuadros hablan por sí solos, hablan por él. Contemplar cualquiera de sus obras, en cualquier museo, es un innegable desafío, no solo para los sentidos, sino también para profundizar en un análisis más intenso, el análisis de la vida. 

Aparte de su gran obra pictorica, Van Gogh nos ha dejado una intensa obra escrita. Son los cientos de cartas sumamente descriptivas y con dibujos, que escribía sobre todo a su hermano Théo, y que nos han permitido conocer la parte más impotante de su biografía.

Sin sus campos, sin sus girasoles, sin sus noches estrelladas,... la historia de la pintura no hubiera sido la misma.
 
Terminaré citando unas palabras de Georges Braque:

"Es el artista quien debe alimentar a la pintura, alimentarla de su carne, de su espíritu; casi hasta perder el conocimiento, su sangre, entregarse hasta el peligro en el camino de la fidelidad total. El arte es una herida que se convierte en luz".



Un par de botas (1886)
Van Gogh Museum, Amsterdam
(Vincent van Gogh Fundation)