¿Es posible que ni el tiempo, ni las desgracias, ni los errores ni reveses que nos da la vida hagan mejor a las personas, si no que al contrario, las hace todavía peores? Claro, estoy hablando de las personas tóxicas: aquellas que intentan que veas lo peor de la vida, aquellas que disfrutan con el mal y con las desgracias ajenas, las que critican y hablan mal de los demás constantemente y sin motivo, las que se alegran viéndote sufrir, las que lanzan calumnias sin fundamento, las personas falsas, egoistas y manipuladoras, las que hacen de la mentira su forma de vida, las que quieren destruirte por pura envidia, las buscadoras de codicia, las que quieren que caigas a toda costa, las que odian la verdad y la justicia, las que no reconocen la bondad, los valores y los méritos de los demás, aquellas que no soportan tus triunfos y tus desvelos, aquellas que no agradecen ni reconocen nada, aquellas personas soberbias y materialistas que sólo piensan en sí mismas, aquellas que sólo tratan de arrastrarte a su inframundo, aquellas que persiguen tu ruina, las que se alegran de tu dolor sin compasión, las que no hacen nada y encima se quejan de todo, las que confunden y falsean,...
En fin, mal vamos si alguna de estas personas está a tu alrededor. Su influencia nefasta puede reducirte a cenizas, a menos que sepas mantener la calma y no dejar que contaminen tu mente y tu alma con sus sucios enredos.
Terminaré diciendo que las injusticias se pagan, el dolor se supera, el coraje te levanta, los errores te enseñan y sobre todo, que la verdad y la justicia siempre prevalecen.