Seres fantásticos e irreales se mueven por algunas salas del Museo del Prado, habitantes de mundos imposibles e indescifrables, fuegos infernales y paraísos inquietantes, mensajes ocultos,... nada te deja indiferente. Me refiero a la magnífica exposición de "El Bosco". El museo nos presenta la mayor concentración de obras maestras que se han reunido jamás hasta hoy de este visionario pintor holandés.
Recorriendo las salas de esta exposición te vas sumergiendo en un intrincado mundo imaginario de visiones extrañas, con un fuerte contenido satírico-moral, producto de un elaborado proceso creativo y una originalidad que raya lo inimaginable, sobre todo por tratarse de un artista que a finales del siglo XV dejó patente una capacidad de invención y una imaginación desbordante más propios de tiempos modernos que de las postrimerías de la Baja Edad Media, plasmando en imágenes los propios miedos del hombre medieval.
Todas y cada una de las obras de la exposición requieren una atención absoluta y un exhaustivo detenimiento de observación, pero me detuve especialmente en dos dibujos, "El hombre-árbol" y "Nido del búho", dos auténticas obras maestras de tinta a pluma con un fuerte contenido simbólico.