Si hay algo que llama poderosamente la atención cuando contemplas la pintura de Renoir es, por una parte, ese dejarse llevar por el motivo que pinta y sobre todo por el ambiente en que se haya, y en segundo lugar, que las mujeres han sido, sin duda, las protagonistas indiscutibles de toda su trayectoria pictórica.
Esto es algo que puedes comprobar visitando la magnífica exposición que ha organizado el Museo Thyssen en Madrid sobre la figura de Renoir, centrada en el tema de la intimidad, despertando, como dicen ellos, la imaginación táctil del espectador.
La obra de Renoir se desarrolla a lo largo de más de cincuenta años, y esta exposición hace un recorrido cronológico sobre ella basándose en diversos temas, desde el impresionismo inicial hasta las bañistas de sus últimos años.
Me gustaría dar especial relieve a su periodo impresionista (de 1869 hasta los primeros años ochenta), la del pintor del plein-air, cuando salía a pintar al aire libre para captar la atmósfera que imperaba en un determinado lugar, percibir el momento, captar la impresión visual. El almuerzo de los remeros, Pareja paseando o Después del almuerzo, presentes en esta exposición, son iconos de este tipo de pintura.
A partir de los años noventa se puede apreciar un cambio en su pintura, fue entonces también cuando Renoir empezó a sufrir fuertes ataques de reumatismo que le atormentaron continuamente hasta su muerte en 1919, produciéndole deformaciones en las manos, inmovilizaciones continuas de los brazos, paralizacion de las piernas. En 1911 se ve obligado a usar una silla de ruedas y hasta había que colocarle el pincel entre sus encogidos dedos vendados.
Pero a Renoir lo único que le importaba era seguir pintando... hasta el final.
Buscando en el viejo desván de la casa de mis padres en Almazán, encontré esta obra que pinté a la cera sobre cartulina cuando apenas era un adolescente. Es una copia de un cuadro de Renoir titulado Dos mujeres en la calle (1876).
Eran momentos de descubrimientos en mi pintura.