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domingo, 23 de octubre de 2011

Rompiendo lanzas por la Hispanidad. Parte Segunda

Eduardo Beltrán y García de Leániz / Madrid

Los inicios de la Edad Moderna fueron bastante negativos en lo que respecta a la visión exterior de España, una imagen estereotipada que nos ha perseguido durante siglos, y que ha influido hasta en la propia percepción que tenemos de nosotros mismos a través de nuestra historia. Es lo que Domínguez Ortiz llama, refiriéndose al acogimiento asombroso por parte del pueblo español, una "deformación extranjeriza de su historia". Esto es obra de varios países europeos encabezados por Francia, Inglaterra y Holanda, pero también Italia y Alemania. Lo grave del caso es que muchos de esos tópicos negativos e imágenes estereotipadas sobre España persisten incluso hoy en día.

La supremacía española en Europa produjo grandes resentimientos en estos países, siempre ávidos de poder, a los que se unieron además los grandes movimientos religiosos de la época encabezados por la Reforma Protestante. Se alude con frecuencia al fanatismo religioso de Felipe II, pero nada más hay que ojear un discurso de Lutero o pasearse por las cortes de esos países para darse cuenta de lo que era realmente intolerancia religiosa.

Y con el descubrimiento del Nuevo Mundo por parte de España y su incorporación al Imperio Español, los resentimientos de esos países fueron in crescendo, si bien hay que decir que el factor religioso fue determinante en la confección de esa idea que se tenía de todo lo español.

Apuntar como dato, que la herencia territorial de la Monarquía Hispánica en tiempos de Felipe II era de más de 30 millones de kilómetros cuadrados de poder efectivo, siendo el primer país europeo en llevar a cabo la ordenación de un ESTADO.

Retomando el hilo de lo que indica el enunciado de este escrito, continuación del publicado el 27 de septiembre, seguiré hablando del legado de la Hispanidad en el mundo. En este sentido hay que tener presente que los Reinos Hispanos habían pasado siete siglos de reconquista, es decir de enfrentamiento continuo con los musulmanes, en una auténtica guerra de límites para recuperar el territorio arrebatado por las invasiones musulmanas procedentes del norte de África.

Por eso, los primeros conquistadores españoles llegados a América eran hombres rudos, curtidos en mil batallas, salidos de un mundo medieval en donde la guerra era la constante de sus vidas. Eran hombres de frontera, individualistas, temerarios, pero también violentos e imprudentes. Con la conquista del último bastión musulmán de Granada por parte de los Reyes Católicos, se puso fin a más de siete siglos de reconquista, quedando abierta la puerta de América para todos ellos.

Por lo que respecta al colapso demográfico de la población indígena durante la conquista, hay que decir que fue de grandes proporciones, y sin entrar en polémicos debates y controversias, constatar que sin ninguna duda la mayor parte se debió a las enfermedades infecciosas portadas por los españoles y demás europeos que llegaron a América. Enfermedades como la viruela, la gripe, el tifus, la difteria o el sarampión entre otras, desconocidas todavía en el continente americano, y por lo tanto con una población carente de defensas hacia ellas.

Y sólo una pequeña parte de ese descenso poblacional fue como consecuencia directa de las guerras, violencia y explotación a la que fue sometida la población indígena por parte de los primeros conquistadores en las décadas iniciales de la conquista.

No se puede mirar y juzgar el pasado con los ojos y la mente del hombre actual. y este es el error más frecuente que se comete al valorar los hechos históricos. Nada tiene que ver la mentalidad de un hombre del siglo XV con la del hombre del siglo XXI.

Historiadores, investigadores y demógrafos coinciden en que fueron las enfermedades, sobre todo la viruela, el factor principal del declive de la población indígena. Numerosas investigaciones han calculado que entre el 80 y el 95% de la población total de América que murió en ese tiempo fue por causa de esas infecciones que adquirieron grado de grandes epidemias. Como ejemplo citaré al gran historiador británico Henry Kamen cuando afirma: "...que entre los puebles indígenas del Nuevo Mundo, más de un noventa por ciento de las muertes fueron causadas por enfermedades contagiosas más que por crueldad".

En cuanto al oro y la plata venidos de América (al igual que las inmensas rentas de las exportaciones laneras castellanas) mencionar que no se quedaban en España, sino que traspasaban los Pirineos para enriquecer a Europa, pagando las innumerables guerras de los Austrias así como a los prestamistas alemanes y genoveses, y olvidando cualquier inversión en España. Esto conduciría a un empobrecimiento paulatino del país, el cual, junto al despoblamiento masivo debido a la emigración a América llevaran a la decadencia del Imperio Español.

Una decadencia a todos los niveles, iniciada por el agotamiento y desgaste de un Imperio de inmensas proporciones que no supo adaptarse a tiempo a la nueva economía imperante en el mundo protestante anglosajón, socavado además su prestigio por una feroz autocrítica interna y por los ataques propagandísticos externos del resto de Europa. A principios del siglo XVIII, España pasó de ser la potencia hegemónica en Europa y la mayor economía del mundo a convertirse en un país empobrecido. Sería interesante hacer hincapié en las grandes divergencias de los modelos socioeconómicos asociados al catolicismo y protestantismo en los distintos países europeos.

Incluso hoy en día, los historiadores y estudiosos de todo el mundo se preguntan por las causas reales que condujeron a esa decadencia a la mayor potencia de la época. Existen muchas interpretaciones historiográficas, pero este no es el momento de analizarlas.

Iberoamérica es la síntesis de muchas etnias que han dado como resultado un mestizaje asombroso. Solamente destacar que la riqueza del maravilloso estado racial y cultural actual de  Hispanoamérica, fruto de la unión con los españoles, es razón suficiente para defender una aptitud positiva del encuentro americano. Terminaré con una cita del insigne escritor mexicano Octavio Paz:

"No todo fue horror: sobre las ruinas del mundo precolombino los españoles y los portugueses levantaron una construcción histórica grandiosa que, en sus grandes trazos, todavía está en pie. Unieron a muchos pueblos que hablaban lenguas diferentes, adoraban dioses distintos, guerreaban entre ellos o se desconocían. Los unieron a través de leyes e instituciones jurídicas y políticas pero, sobre todo, por la lengua, la cultura y la religión. Si las pérdidas fueron enormes, las ganancias han sido inmensas.

Para juzgar con equidad la obra de los españoles en México hay que subrayar que sin ellos -quiero decir sin la religión católica y la cultura que implantaron en nuestro país- no seríamos lo que somos. Seríamos probablemente un conjunto de pueblos divididos por creencias, lenguas y culturas distintas".



Interior de bosque
Óleo sobre lienzo
1996

jueves, 6 de octubre de 2011

Resurgiendo como el Ave Fénix

Eduardo Beltrán y García de Leániz / Madrid

En un mundo lleno de sobresaltos continuos, sometidos a presiones de todo tipo, perdidos en tantos problemas emocionales, económicos, conductuales,....debemos encontrar la forma de superar tantos obstáculos que hacen que a veces perdamos el norte y nos sumamos en periodos de profunda crisis y depresión

Tenemos que intentar comprender la realidad que nos rodea y buscar soluciones en el plano personal, profesional y social, que nos permitan construir un sistema más flexible que nos de una estabilidad más duradera para poder seguir adelante.

Una ardua tarea, pues los problemas siempre van a existir a nuestro alrededor. Por eso hay que tratarlos en su justa medida, y entender que aunque estén ahí  vamos  a conseguir convivir con ellos de la mejor forma posible.

Poner freno a la ansiedad, mejorar la memoria, lograr relacionarse mejor con los que nos rodean, son aspectos  que podemos conseguir por nosotros mismos para alcanzar un cierto equilibrio mental y emocional, realizando en primer lugar un análisis sincero de nuestras vivencias pasadas y presentes y alcanzar una sana autoestima. Hay que desarrollarse en la adversidad.

Hay muchas terapias para conseguirlo, desde la utilización de profesionales especializados hasta las que practicamos por nosotros mismos. Yo soy partidario de estas segundas, pues te permiten crecer por tu propia voluntad, aunque también son las más difíciles. En este sentido, nuestro ánimo de superación te produce una satisfacción final que hace que te levantes cada día con más ganas de vivir, a pesar de los problemas.

A veces nos perdemos en debates internos interminables que no llevan a ninguna parte, olvidándonos de vivir el momento. Y este es el problema principal, pues  estamos perdiendo oportunidades que nunca volverán, y sólo por la obstinación de querer manejar el conflicto de una forma demasiado técnica.

Hay que ser mas sencillos en el planteamiento, buscar lo positivo en cada situación y no dejarse llevar por la desesperación del momento. La vida hay que vivirla tal como viene, sin más dramatismo que el preciso, dándonos oportunidades de buscar una felicidad  pausada, sin esperar llegar a un paraíso donde el sufrimiento esté ausente. Ser sinceros con nosotros mismos, desprendiéndonos de ropajes superfluos que nos confunden y nos ahogan en la desesperación. El brutal materialismo imperante en nuestra sociedad es uno de los grandes culpables de todo esto.

Reflejarnos en actividades que nos produzcan satisfacción es un buen comienzo. No perder el tiempo en visionar tareas inútiles que no te van dar ninguna solución personal, sino enbrutecernos un poco mas, siguiendo la tónica habitual de esta sociedad que nos hace bailar al son que nos va tocando.

Cada cual debe saber que es lo que realmente le gustaría hacer, no me refiero a nivel profesional, pues esto es realmente  difícil de conseguir, sino a nivel personal, e intentar ponerlo en practica poco a poco. Por ejemplo, buscar en la lectura una forma de escape que te lleve a otros niveles. Ya lo decía Erasmo de Rotterdam: "Cuando tengo un poco de dinero, me compro libros. Si sobra algo, me compro ropa y comida". 

Y al referirme a la lectura, podría mencionar infinidad de otras actividades que pueden hacer nuestra vida mejor, como programas de voluntariado en sus diversos ámbitos, medio ambiente, práctica del altruismo, un abanico infinito de actividades culturales, cenas entre amigos, poner en práctica nuestras habilidades de oratoria, debates sobre temas atrayentes, ....

Ya se que cada uno tiene sus propias limitaciones, sobre todo de tiempo y de familia, pero siempre hay que buscar ese momento preciso para enriquecer nuestro interior, que en suma es el que va a hacernos sentirnos mejor y así poder ayudar a los que están alrededor. Hay que procurar lo máximo posible huir de las banalidades. Es bueno improvisar constantemente para llegar a un autoconocimiento y desarrollo de nuestra personalidad sin miedos. Profundizar en el desarrollo personal de cada cual es un buen ejercicio.

Por último, destacar que una sana autoestima de sí mismo supone aceptar que lo esencial de nuestra vida puede ser aceptado y querido. Por ello es fundamental desarrollarla de la manera más realista y positiva  posible.

Es una tarea difícil, que todos hemos puesto en práctica alguna vez, pero que siempre hemos abandonado agobiados por tantos problemas. En fin, hay que seguir intentándolo, y aunque nuestro entorno se enralezca, tenemos que volver intentarlo. Y si volvemos a caer, tendremos que levantarnos y renacer de nuevo como el Ave Fénix.





Atardecer
Óleo sobre lienzo
1996