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domingo, 5 de agosto de 2018

La fascinación por Lorenzo Lotto

Eduardo Beltrán Garcia de Leaniz / Madrid


No quería pasar el momento y dejar de comentar la fascinación que ejerció sobre mi la meticulosa exposición "Retratos", organizada por el Museo del Prado sobre la seductora figura de Lorenzo Lotto. Ni el dolor, ni la debilidad que experimentaba el día que fui a ver la exposición fueron argumentos lo suficientemente convincentes como para dejar de ver los inigualables retratos de este genial pintor del Cinquecento italiano. Y a pesar de que la morfina forma ya parte de mi cuerpo, y el cansancio y la imposibilidad de dormir son ya compañeros inseparables de mi vida, no van a impedir que siga escribiendo sobre arte, aunque sea en mis innumerables noches de vigilia.

Diferentes, meticulosos, con un lenguaje propio, llenos de un simbolismo salvaje, sus retratados son personas en las que ves más allá de un simple retrato, sus miradas te trasladan al mundo del retratado, puedes penetrar en su interior,  sentirte parte de ellos. Son brutales. Basta con detenerte sobre cualquiera de ellos para comprobar lo que digo. 

Además, algo que llama poderosamente la atención es su enérgica virtud que nos lleva a adentrarnos en el mundo en el que están representados, sus aventuras, sus estatus, sus aficiones, sus interiores domésticos,  sus matrimonios, sus estados de ánimo, los objetos que los rodean por doquier, los cuales nos hacen ver rápidamente cuáles eran sus gustos y sus aspiraciones. Está claro que querían perdurar en el tiempo.

Lo que lo diferencia de otros grandes retratistas de la época es su fuerza personal, carente de cualquier influjo de otros pintores, y sobre todo el gran poder simbólico que aplica excepcionalmente a sus retratados imprimiéndoles una profundidad psicológica magistral.

Un autentico baño para los sentidos contemplar esta magnifica exposición para cualquier amante del arte y de la belleza, y que no debería perderse. Adentrarse en ella y observar la mirada y los labios entreabiertos de, por ejemplo, "Retrato de joven con lámpara",  te ayudan a comprender porque el Renacimiento Italiano seguira siempre sorprendiendonos.





jueves, 12 de julio de 2018

Reflexiones en el dolor... y en la esperanza

Eduardo Beltrán García de Leaniz / Madrid

Si, vuelvo a la carga. Desde la fuerza que emana de este cuerpecito esquilmado y consumido por el dolor, pero todavía no derrotado, vuelvo a sentirme conectado con la gente. Porque siempre hay esperanza... incluso cuando no la hay.

Presentando batalla todos los día desde hace ya casi un año, y todas las noches, sobre todo desde que finalizaron las 30 sesiones de radioterapia hace hoy exactamente un mes. Busco el descanso nocturno sin éxito, todas las noches los dolores posturales de espalda me impiden permanecer tumbado en la cama durante mucho tiempo, sin poder dormir.

Es curioso, pero intento mitigar estos dolores insoportables balanceándome constantemente sentado en el borde de la cama y tarareando despacito lo que parece ser una nana. Es como si quisiera volver a la seguridad de la infancia temprana, como si volviendo a los brazos protectores de mi madre los dolores desaparecerán y encontraré en ellos el refugio, la calma y la seguridad perdidos hace ya mucho tiempo.

Tantas noches en vela, noches de dolor, sin poder tumbarme, deambulando de un extremo a otro de la casa. Noches. Al final es como si las leyendas atávicas de nuestra milenaria cultura sapiens nos devolvieran los miedos adquiridos durante tantas generaciones de que la noche representa el mal, la oscuridad, la representación del miedo, la encarnación de todo lo malo que hay en nuestro mundo. En las representaciones del infierno siempre es de noche, no hay luz, ni esperanza.

Y no es así, estamos tan imbuidos del lastre cultural que nos pesa tanto, que no nos damos cuenta de que la noche es el complemento del día, no hay día sin noche... son parte de nuestra vida. Y si los momentos más crudos del cáncer se muestran por la noche no hay que dejarles que nos aplasten, hay que hacerles frente con nuestra mejor arma: LA VOLUNTAD HUMANA.

Porque si hay algo que la enfermedad nunca podrá aniquilar es la voluntad de levantarme una y otra vez y seguir hacia adelante, sin miedo, buscando la luz dentro de ese túnel negro en el que estoy preso, buscando puntos de referencia a los que agarrarme a pesar del dolor, el delirio, el aturdimiento, el cansancio o la desesperación. En definitiva, luchar día tras día hasta el final.

Las hermanas de Juan Diego me dicen que soy como el Capitán América, mi primo Pablo que soy como un samurai, mi amigo Isidoro que soy un héroe, Juan Diego que soy la viva reencarnación del Ave Fénix,... yo esencialmente me considero un simple humano luchador. 

Y a tantas personas que están pasando por lo mismo les diría que sigan luchando, a pesar del dolor, el sufrimiento y la desesperación... mantener el ánimo y la fuerza de voluntad es esencial, valorar lo que tienes en este mismo momento, aunque no sea apenas nada. Pero sigues estando ahí, y es vital seguir avanzando.

Lo único que lamento en todo este proceso es no haber tenido esa comunicación necesaria oncólogo-paciente, pues como ya dije en otro post, la relación humana que un médico puede establecer con una persona que tiene un grave problema, que se encuentra perdida, es fundamental, y puede influir favorablemente en su curación. En mi caso no ha sido así, no he tenido ese valor de referencia tan fundamental, pero aquí estoy. 



En los pinares cercanos a Almazán 
07/07/2018

jueves, 19 de abril de 2018

El último post: “Mi árbol de la vida”

Eduardo Beltrán García de Leaniz / Madrid


En esta vida llegan momentos en los que tienes que poner fin a determinadas cosas, y dar prioridad a otras,... y es por eso que he decidido cerrar definitivamente este blog, mi blog, que inició su andadura hace ya ocho años, ¡quién lo diría! He tenido muchos seguidores por todo los rincones del mundo, las estadísticas me lo han confirmado siempre, pero últimamente se ha convertido en un blog triste,... y no quiero continuar por este camino. 

Quería dar encarecidamente las gracias a todos los seguidores, y sobre todo a los que me habéis escritos comentarios, que son la esencia y el objetivo de cualquier blog. En un mundo en el que prima el egoísmo, la diversión, la juerga, la vulgaridad, ... no hay cabida para la cultura, el arte, la pintura, el medio ambiente o la vida misma, que han sido siempre los temas constantes de los post de mi blog. El mal gusto, lo grosero, el cotilleo y la chabacaneria es lo que se impone hoy día, además del menosprecio a la cultura y al arte.

Pero no quiero poner punto y final a esta trayectoria bloguera sin escribir algo bonito, sobre un tema muy especial. Quiero haceros llegar un post lleno de vida y esperanza, basado en la nueva obra que estoy ejecutando al óleo sobre madera: “Mi árbol de la vida”.

A lo largo de la Historia del Arte, se han ejecutado infinidad de ideas y proyectos sobre el mítico árbol de la vida, entre los que destacaría "El árbol de la vida", de Gustav Klimt. También todas las religiones y culturas del mundo lo han venerado, comenzando por aquel árbol de la vida del que habla la Biblia con Adan y Eva (que no es el de las manzanas),... y destacar sobre todo la estrecha relación de la cultura celta con la naturaleza y los árboles.

Decir que toda la simbología arbórea está íntimamente relacionada con nuestra existencia, con la vida en este planeta y los seres que lo habitamos. Simbolizan la vida misma.

Solamente mencionar, como ejemplo, a una comunidad, entre las pocas que hoy en día se dedican a  proteger los árboles y la vida silvestre, me refiero a los Bishnois, un grupo religioso que se encuentra en el oeste del desierto de Thar en la India. Para ellos dañar el medio ambiente significa hacerse daño a sí mismo. Sabia filosofía, de la que deberíamos aprender antes de que prosiga esta debacle destructiva. Es necesario amar y conocer la Naturaleza para poder protegerla.

En mi personal visión pictórica de este árbol de la vida he querido reflejar y remarcar bien  las características más relevantes de los árboles: sus ramas, elevándose siempre hacia el cielo sobre el que descansan; su tronco, fuente inagotable de energía; y sus raíces, penetrando en lo más profundo de la tierra, retorciéndose y haciendo tirabuzones de alegría al permanecer siempre en contacto con sus congéneres, dándose ayuda mutua y transmitiendose información constante a través del micelo que les permite multiplicar sus raíces para mantenerlos sanos y con vida.

Es la vida secreta de los árboles. El alma de los árboles. Sumamente interesante para quien quiera introducirse y conocer este mundo natural.

Y en mi árbol no he querido que falte un nido entre sus ramas, emblema de la protección que brindan a los animales del bosque, ni mi simbología (bastante celta) de esferas suspendidas de las ramas con un hilo apenas visible (¡cuántos años sin pintarlas!), ni su asociación y cooperación amistosa con los hongos, ni el verdor sin igual del musgo mágico que recorre sus estructuras externas,...

Me baso en una sequoia, el árbol más grande que existe sobre la tierra, aunque podía haber pintado un roble, una encina o un olivo... todos ellos son objeto de veneración.

Cuando termine esta obra se habrá completado un ciclo.

"El día que ya no queden suficientes bosques, el cielo caerá sobre nosotros"
Tradición tribu Kamayura, Alto Xingú, Amazonas
(2.000 años a.C.)



Bocetando



miércoles, 28 de marzo de 2018

La "maravillosa" sanidad española

Eduardo Beltrán García de Leaniz / Madrid


No hay día que pase sin darme cuenta de que la realidad siempre supera y superará a la ficción en cualquier momento de nuestras vidas, sin el más atisbo de duda.

El que uno llegue a un hospital a las siete y media de la mañana, después de levantarte a las seis, coja los numeritos oportunos para análisis, enfermera y médico, te hagan el análisis a las ocho y cinco (en una hora y media como máximo están ya los resultados), y tengas que esperar cerca de siete horas para que te reciba un médico, es algo realmente escandaloso, vergonzoso y sin ninguna tipo de conciencia ni pudor, y que además no tiene explicación alguna. Muchas de las personas que allí vamos estamos en situación límite, con una salud resquebrajada por la quimioterapia, sin apenas defensas, sometidos a cualquier infección oportunista en un lugar horrible como ese,  y ademas llenos de dolores y miedos.

Ya que estamos en época de cruces, y sin el más mínimo ánimo de ofender a nadie,  permítanme la licencia de decir que ya sólo les falta crucificarnos.

Y sin embargo tenemos que aguantar. Pasar toda la mañana metidos en una sala atestada de personas desoladas hasta que nos reciba un médico, y que con suerte te puedan dar la quimioterapia ese día (que en mi caso es apenas de media hora), y vuelvas a casa a las tres de la tarde como muy pronto, o sea, estar esperando siete u ocho horas para recibir media hora de quimioterapia. Injustificable.

Después de estar horas y horas esperando sentados en una especie de bancos-sillas propios para jamelgos, no para personas, que después de estar sentado media hora se te quedan las posaderas cuadriculadas. Pero lo que más me duele es ver a esas ancianitas con cáncer sufriendo de las incomodidades y de la indolencia vergonzosa de tener que esperar durante tantas horas a ser llamadas por un médico. Esos momentos de incertidumbre, de pánico apenas disimulado, de atroz sufrimiento interior, visible en sus caritas angelicales las hace ser mis heroínas. Realmente las admiro.

Es injusto. Nuestra sanidad esta totalmente derrotada, la deshumanización brilla por su ausencia, somos auténticos objetos de experimentación, ni siquiera se nos reconoce nuestro derecho a expresar nuestro malestar por esas largas esperas sin sentido, nos quieren arrebatar hasta la dignidad. Las personas que trabajan en un hospital deberían ser ejemplo de humanidad, de paciencia, de concordia, de comprensión, de saber ayudar cuando las necesitas, de profesionalidad, de simpatía, ... y no seguir un camino tan terriblemente equivocado.

Me indigna esta situación, y por eso me rebelo, me da vergüenza pertenecer a una sociedad en la que las personas no somos nada, ni significamos nada. Y aunque nos aniquilan a impuestos y nos esquilman nuestras nóminas esto no se traduce en mejoras sanitarias, tan necesarias.  Esta claro que algo tiene que cambiar, pues de seguir así llegaremos a ser meros protagonistas de una muerte anunciada a todos los niveles.



Óleo sobre tabla 
Cuadríptico


martes, 27 de febrero de 2018

El expolio de mi vida

Eduardo Beltrán García de Leaniz / Madrid


Todo se le puede arrebatar a una persona, pero hay algo que nunca podrán quitárselo, me refiero a la elección de cómo una persona puede enfrentarse a las condiciones que le ha tocado vivir, sobre todo en momentos difíciles, poder elegir cómo quieres seguir adelante, con dignidad, siendo tu mismo, sin interferencias.

Sumergirte en las terapias alternativas, la medicina integrativa, sin los devastadores efectos secundarios de los tratamientos de la medicina tradicional, es una decisión perfectamente válida. Y en ese dilema me encuentro, a dos meses vista de terminar la quimioterapia y empezar de nuevo con otro tratamiento agresivo como la radiología terapéutica (qué nombre más atractivo se han inventado para dejarte el cuerpo hecho un espetón).

Desde el primer momento, nada ha sido como yo esperaba, quizá no tuve tiempo de pararme a pensar en lo que se me venía encima, todo fue demasiado deprisa. Se me asignó un oncólogo, pero mi gran decepción ha sido creer en esa especial relación que debería establecerse entre médico-paciente en casos como estos, como tantas personas me han hablado. Tener una persona de referencia en quien apoyarte durante este largo peregrinaje, una mínima complicidad, esa sutil palabra de aliento, un par de minutos dándote algún consejo en momentos de debilidad,... Desde que entré en las sesiones de quimioterapia, casi cada lunes me recibe un oncólogo diferente. Ya he sido atendido por 10 oncólogos en todo este tiempo, lo cual imposibilita totalmente el establecimiento de esa conexión necesaria. Me pregunto si sólo somos unas simples máquinas sometidas a protocolos estrictos.

Deshumanización es la única palabra que se me viene a la mente.

No se como funciona el Servicio de Salud en los Hospitales españoles, pero no creo que sea bueno para los pacientes que cada vez que vayas a una sesión de quimioterapia te atienda un oncólogo diferente. 

Me he dado cuenta en todos estos meses que los pacientes de oncología somos meros números (y no hablo sólo metafóricamente, sino que nos pasamos también todo la mañana cogiendo numeritos). Unos cuerpitos desencajados y estropeados esperando en la cola de la desesperación, la tristeza y el sufrimiento.

Pero subsistimos, gracias a nuestra fuerza y al apoyo de las personas que nos acompañan al suplicio. Hacemos frente a la adversidad con todas nuestras escasas energías, luchamos, y seguimos luchando semana tras semana a pesar de tener las venas de los brazos devastadoramente destrozadas, y que nadie se equivoque, no queremos dar pena, sino fuerza y esperanza de vida. Y es aquí donde la mente juega un papel esencial, y esto si que es importante. Dominar los malos momentos con nuestra mente es de vital importancia para poder sobrellevar todo esto, aunque muchas veces la propia mente nos juega malas pasadas y hay que superarlas también.

En ningún momento se me ocurriría criticar la gran profesionalidad y buen hacer de todos esos oncólogos que me han atendido, pero a veces una simple palabra de ánimo podría haber hecho más que milagros. Y la verdad, me hubiera gustado escribir un post en el que hubiese podido dar fiel testimonio de esa imprescindible relación con tu médico, del día a día en su consulta,  de sus consejos y de mis miedos, de su comprensión y de mi impaciencia,... pero lamentablemente no ha sido posible.

Cuando más reveses te da la vida, más luchas hasta el final,  pase lo que pase...



Lo que siento cada vez que voy al Hospital


viernes, 16 de febrero de 2018

Ramas de un mismo árbol

Eduardo Beltrán García de Leaniz / Madrid


Mi relación con los árboles se debe a mis continuas incursiones en bicicleta cuando era adolescente por los pinares y bosques de Almazán y alrededores, en la más austera Meseta Castellana soriana, internándome y explorando esos paisajes que en esa época aún existían en todo su esplendor, sin que el progreso humano hubiera dejado todavía su huella.


Vastas extensiones de pinares, encinares, quejigos,... fueron los confidentes de mis sentimientos en aquellos años. Y mi bosque favorito, camino del Cubo de la Solana, era donde más solía perderme, y en donde siempre me reencontraba con mis bandadas de abejarucos, infinidad de mariposas multicolores revoloteando a mi alrededor, el chirriar desbordante de las cigarras en las copas de los pinos, o me cruzada con alguna pequeña manada de corzos que venían de abrevar en el río Duero.


Pero si había algo de lo que realmente no podía prescindir era, además de mis árboles, del aroma embriagador que invade todo el bosque. Esas fragancias a tomillo, pino, jara, espliego,... hierbas que bajos los efectos del calor del verano  hacen más intensos sus perfumes.

Una paz infinita, el silencio, el silbido del viento, descubrir en soledad, el aislamiento que te produce estar rodeado de miles de pilares arbóreos ( https://eduarlea.blogspot.com.es/2014/07/the-pillars-of-forest.html  ) que te rodean, el caos verde como lo llamaba John Fowles, las interrelación de las distintas formas de vida que pueblan el bosque. Siempre que paseaba por estos parajes  me daba cuenta de la grandeza e inmensidad de la Naturaleza, haciéndome ver que todo confluye a su alrededor y a su creación, y sigue todavía sobreviviendo a pesar de la actitud agresiva de nuestras sociedades humanas hacía ella.

Todo ello influyó poderosamente en mi forma de pintar, prescindiendo de oficios y técnicas que se aprenden, solamente mi personalidad de pintor y la expresión mas sincera de mi sensibilidad y creatividad, que es, al fin y al cabo, lo que hace única una obra de arte. Esto me enseñaron los árboles en aquellas vivencias iniciales que tuve de adolescente.

Es imposible atrapar la naturaleza en un lienzo, imposible imitarla, mis obras sólo tratan de comunicar lo que siento al contemplarla. Y mis árboles son una muestra fiel de ello, me gusta verlos estáticos, atormentados, alegres, solitarios, frondosos, secos, jóvenes o avejentados,... pero siempre llenos de vida, color y luz.

Terminaré con unos versos de Pablo Neruda,  unos versos que hago míos:

una hoja
que me cayó en el pecho,
una hoja del árbol
de la vida
que hizo nido y cantó,
que echó raíces,
que dio flores y frutos.




Bocetando "El árbol de la vida" ayer mismo.































martes, 30 de enero de 2018

Preparado para la nueva etapa

Eduardo Beltrán García de Leaniz / Madrid


Ya he empezado a barnizar las últimas obras, después de varios meses de secado, pues me gusta que los pigmentos naturales que utilizo se hayan asentado perfectamente en las telas. Esto permite que los colores estén siempre brillantes,  a pesar del paso inexorable del tiempo.

Este es un paso importante para mi en el actual estado de cosas, un buen momento preparatorio para los nuevos proyectos de óleos, y también para las nuevas ideas de dibujos y bocetos a lápiz, tizas Pitt, barras de carbón natural y lápices grasos, materiales que ya forman parte de mi nuevo equipo, y que seguro me harán sentir vivo de nuevo.

Coger con fuerza esta nueva etapa que se abre después de meses de incertidumbre y desesperanza es crucial para mi y mi pintura, que la he tenido bastante abandonada últimamente (¡cuántos abandonos en los últimos 4 años!). Es importante, porque significa que la energía va retornando a mi ser, lo que indica un fuerte deseo de seguir plasmando la belleza tal como yo la entiendo, y tratándose de la naturaleza, intentar describirla sin ninguna pretensión de emularla, pues la naturaleza es inimitable. Cada uno la tiene que ver con sus propios ojos, evitando tópicos y estructuras ya preconcebidas en imponentes documentales televisivos. Nada es igual cuando contemplamos in situ la grandiosidad de cualquier entorno natural en todo su esplendor. Cristina, seguro me entenderás, cuando contemplaste el amanecer en Sossusvlei o los troncos sin vida de Deadvlei en el Desierto de Namibia hace poco.

Y si he introducido la naturaleza en este escrito,es porque de sobra es sabido mi amor por los árboles, y la relación que mantengo con ellos, como símbolos y esencia misma de la existencia de este planeta. Ellos son los guardianes de la vida. Respetémoslos. 

Sí, soy bastante Walden.

Hay muchas formas de ver e interpretar el arte, cualquier tipo de arte, pero hay una cosa clara, la creación de una obra de arte, desde las mismas pinturas rupestres en las paredes de las cavernas del Periodo Cuaternario, hasta el más descarado graffiti en alguna de las paredes de nuestras ciudades hoy en día, son la culminación del ingenio artístico de un ser  humano. 

La necesidad de expresarnos encontró uno de sus mayores logros en la plasmación de nuestras ideas y realidades a través de la pintura. Por eso, los árboles siempre formarán parte de  mi obra.




En mi estudio barnizando "El bosque encantado II"

jueves, 18 de enero de 2018

Fortuny en el Prado

Eduardo Beltrán García de Leaniz / Madrid

Si hay algo que llama poderosamente la atención cuando contemplas la obra de Mariano Fortuny en esta magnífica exposición organizada por el Museo del Prado, es su trabajo como acuarelista y la perfección y precisión de sus dibujos, aparte de sus pinturas al óleo que fueron las que le catapultaron  a su fama internacional como uno de los mejores pintores españoles del siglo XIX.

La minuciosidad, la expresividad desbordante  y la precisión de su trazo lo convierten en un artista brillante, inigualable, que cultivo diversas técnicas con una perfección absoluta. Es realmente imprescindible observar con detenimiento el preciosismo de los detalles en todas sus obras, y especialmente en sus dibujos a lápiz y acuarela, así como sus óleos de los tipos árabes y sus costumbres en su viaje al Norte de África, en plena guerra hispano-marroquí.

Es de destacar la utilización  que hace de los juegos de luz y la asombrosa precisión en sus pinceladas, que junto con la utilización magistral del color, convierten a sus obras en espacios mágicos llenos de vida, y rodeados de una atmósfera especial.

Siempre me gusta destacar alguna pintura de las exposiciones que visito, pero en esta ocasión me reservo esa licencia, pues todas las obras expuestas de Fortuny necesitan un minucioso detenimiento. Destacaré, eso si, sus dibujos y acuarelas, que lo convirtieron en un gran renovador de estas técnicas en su época.